jueves, 3 de diciembre de 2015

Punto y seguido


Hoy toca hacer balance de mi visión sobre la educación y sobre el papel que debe tener el docente. Para acompañarnos en esta reflexión se nos planteó un ejercicio de grupo muy interesante el primer día de clase. Se trataba de utilizar una imagen (en nuestro caso el plano de un instituto) y acompañarla de conceptos o ideas que reflejaran nuestra visión inicial, y repetir ese ejercicio al final de la asignatura para reflexionar sobre lo aprendido.
En mi caso, llevaba varios años planteándome la idea de hacer el máster para tener la posibilidad de probar la docencia, pero con la tranquilidad de tener una carrera profesional ya labrada. Entré en clase la primera semana con pasos dudosos, sin la seguridad de adónde me llevarían, sin saber muy bien si estaba preparada para el máster o para la docencia. Con la mochila cargada de ideas preconcebidas y de mis experiencias como estudiante, pero sin ninguna noción real de cómo era la enseñanza en el 2015.
Confieso que me sorprendió que, a pesar de que habían pasado 20 años desde que salí de las aulas de secundaria, no parecía que se hubieran producido muchos cambios. De hecho, me di cuenta de que mi visión inicial de la educación, aun con muchas lagunas, era mucho más avanzada que la que parecía estar en práctica en los institutos. En los últimos años, he leído mucho sobre educación, aunque más orientado a la primera infancia, y sobretodo he leído mucho sobre el método Montessori. Creo que esa base me ha servido para aproximarme a este máster con una idea previa de cómo quiero que sea la educación para nuestros hijos.
Aún así, mi visión estaba repleta de lagunas. Muchas las hemos ido resolviendo a lo largo de este trimestre y otras que tenía un poco difusas, he conseguido ponerles nombre y darles más significado. He descubierto autores y profundizado en otros (Antoni Zabala, Ken Robinson, Jordi Adell, Pere Alzina, etc.), nuevas metodologías (flipped classroom, por ejemplo) y cómo integrar herramientas de uso común en el aula (redes sociales, por ejemplo). 
Nube de palabras creada a partir de los textos de mis entradas en este blog

Pero quizá lo más importante es que el ejercicio de redactar cada entrada de este blog (Dificultades del sistema educativo, Mi aula el mundo, Competencias y currículum, Enseñar a pensar o aprendizaje significativo, Evaluar para aprender, Metodología, Compartir es vivir sobre redes sociales) me ha ayudado a fijar los conceptos nuevos, a reflexionar sobre las muchas iniciativas que se producen en torno a la educación. También me he dado cuenta de la cantidad de profesionales que comparten su motivación y propuestas para conseguir que paso a paso la educación pública de este país sea mejor y dejar atrás visiones estáticas y pasivas del proceso de enseñanza-aprendizaje. 
Hoy me siento más "empoderada", como dirían los ingleses. Tengo la sensación de que aquellas ideas un tanto pueriles que tenía al principio son posibles y están respaldadas por muchos docentes, se están poniendo en práctica en algunos centros y necesitan de profesores motivados con ganas de cambiar las cosas poco a poco, sin desterrar nada de lo que era bueno, pero sin miedo a introducir cambios y aprendizajes que han pasado a ser importantes en el siglo XXI. 
Para acabar, os muestro los dos ejercicios de Thinklink de mi grupo (el del primer día y el de final de asignatura). Espero que sea un buen resumen de lo mucho que hemos aprendido este trimestre. El camino continúa, el entusiasmo persiste y es tozudo...

Compartir es vivir

Hoy ha llegado el momento de hablar de redes sociales y su aplicación pedagógica a modo de balance del curso. No hay duda de que en esta asignatura han estado muy presentes y eso nos permite hoy evaluar nuestras impresiones. Yo tengo que decir que, por motivos laborales y por mi entorno personal, conocía todas las aplicaciones que se nos han propuesto en esta asignatura, salvo Thinglink. Eso sí, hasta hoy, el uso que yo hacía de la mayoría de ellas (concretamente, de Blogger e Instagram) no estaba relacionado con mi vida laboral, y mucho menos con el tema de la docencia en el que soy totalmente nueva.
De ahí mis reticencias iniciales sobre el uso de redes sociales en la asignatura, las dudas a la hora de vaciar mis reflexiones apresuradas de las primeras semanas, compartir mi evolución abiertamente con todos, etc. Me ocurrió algo parecido a lo que ya comenté en una entrada anterior en referencia a los eportfolios y que escuché de Jordi Adell, el rechazo inicial ha dado paso a una visión más consciente sobre el propio aprendizaje. Sé que esas dudas tienen mucho que ver con la necesidad de crear una identidad digital propia, honesta, ajustada a la realidad y en la que me sienta cómoda. Ese proceso no siempre es rápido.
Me gustaría detenerme en cada una de las herramientas que hemos usado en esta asignatura para analizar lo que me han aportado. En primer lugar, está Instagram, una herramienta que ya utilizaba antes y de la que soy fiel seguidora. Me encanta la fotografía y creo en el poder de las imágenes y la metáfora para comunicar, y en su aplicación educativa no puede ser distinto. Estoy convencida de que herramientas como Instagram pueden ayudarnos a entrenar la mirada de los alumnos, a que miren el mundo con otros ojos, para buscar elementos estéticos, irónicos, metafóricos para interpretar conceptos.
Blogger también ha tenido mucho protagonismo en esta asignatura y también la había usado anteriormente. Esta herramienta es quizá la más conocida y de uso más extendido en los centros. Permite relatos más elaborados e hipertextuales y es una solución muy interesante para diarios de aprendizaje o bitácoras de cursos/centros, etc. Tengo la impresión de que los blogs han ido cediendo terreno a otras herramientas más directas, más rápidas y menos elaboradas. Sigo creyendo en su utilidad para compartir reflexiones o relatos que necesitan más espacio.
Por último, quiero hablar de Twitter. Esta es la única herramienta que había utilizado anteriormente para compartir información profesional y conectar con otros colegas traductores. Creo que es una de las herramientas con mayor potencial de todas y ha supuesto una absoluta revolución en materia de redes sociales. Me parece sencillamente una genialidad. Desde que se inició esta asignatura, he sumado cantidad de contactos nuevos relacionados con la educación y he seguido multitud de debates via Twitter de temas sobre educación. Creo que de todas las herramientas que hemos utilizado, esta es sin duda la que me ha dejado más poso.
En las preguntas que se nos sugirieron para evaluar la actividad #cthinkeMA había una muy interesante que se refería al ejercicio que supone resumir en 140 caracteres una reflexión. Creo que ahí radica una de las principales aplicaciones didácticas de Twitter, la capacidad de sintetizar y trasmitir el máximo significado en pocas palabras. Yo ahí parto con ventaja porque he traducido muchos subtítulos en mi vida y ese entrenamiento es impagable... 
En definitiva, hoy no tengo ninguna duda de que tenemos que considerar las redes sociales como una herramienta más que puede servir en nuestro trabajo como docentes. En esta asignatura el objetivo era conocer la aplicación educativa de muchas de ellas, pero en una situación real habría que cuidar mucho que el uso de cada herramienta se adaptara al objetivo de aprendizaje que se persigue.
El uso habitual de redes sociales ayuda a los alumnos (y a nosotros) a crear una identidad virtual, que les conecte con otros, que les ayude a tejer redes, algo que está más presente que nunca también en el mundo laboral y comercial. Además, esas redes de conexiones multiplican por mil sus posibilidades de informarse o relacionarse con otros, a los que posiblemente nunca lleguen a conocer en persona. Una vez más estamos hablando de multiplicar las posibilidades de aprendizaje.


A photo posted by P Martín (@conmdemaster) on

Y por último, no me quiero olvidar de otros aspectos que pueden generar reticencias en el uso de redes sociales. Creo que son importantes porque, en la medida en que sepamos enfrentar estas dudas y enseñar también un buen uso de todas estas herramientas, podremos aprovechar al máximo todo el potencial que ofrecen. Es razonable que preocupen temas como la privacidad (sobre todo de los adolescentes), el exceso de información, las brechas digitales, la huella digital, un uso excesivo de redes sociales que pueda incidir negativamente en las habilidades sociales de los alumnos, etc.


La metodología a nuestro servicio

As for techniques and processes, as seen in the works themselves, neither public nor artists will find anything about them here. Those things are learned in the studio and the public is interested only in the results.
Charles Boudelaire

Esta asignatura va tocando a su fin y, poco a poco, vamos cerrando círculos. Hemos hablado mucho en estas entradas de competencias, cómo entenderlas e incluso cómo evaluarlas. En la entrada de hoy nos toca analizar cómo deberían ser las metodologías para la enseñanza de competencias.

Plantea Antoni Zabala en su libro 11 ideas clave. Cómo aprender y enseñar competencias (Zabala y Arnau; 2009) si es posible y realista enseñar competencias en tanto en cuanto no existe una ciencia que las haya estudiado para desgranar los componentes que las constituyen. Sería un debate muy largo, pero el autor parece convencido de que existen elementos suficientes para pensar que sí pueden enseñarse y pueden identificarse componentes disciplinares, interdisciplinares y metadisciplinares en ellas. De este modo, para enseñar competencias haría falta apoyarse en diferentes "saberes científicos". Pero también se desprende de su análisis que ciertas competencias quedarían fuera de cualquier disciplina científica o tienen desarrollos científicos distintos, aun siendo competencias muy relevantes para la vida, que al fin y al cabo también estamos hablando de formar para la vida.

Por eso, porque no se pueden encajar las competencias metódicamente en compartimentos estancos, la clave de enseñar competencias parece estar en el método (metodología) que usemos. La integración de actividades para garantizar el aprendizaje de competencias nos obliga a configurar un mapa complejo y trasversal. Zabala incide en que para ser realistas habría que buscar un camino intermedio, no muy alejado de la visión actual basada en la división por materias o asignaturas (por mucho que el panorama ideal sería más parecido a establecer una división nueva basada en áreas más globales). Se agradece una dosis de realismo en este enfoque.


La metodología en este caso nos ha de servir como herramienta para vehicular la enseñanza de competencias, especialmente de aquellas que no quedan integradas dentro de una materia o disciplina. En este sentido, debemos tener muy claro todo aquello que queremos conseguir (contenido y competencias actitudinales, procedimentales, etc.) para elegir la metodología que mejor puede servir a nuestro objetivo. Como ocurre con la evaluación, el uso de metodologías diversas puede garantizar un mayor abanico de posibilidades de aprendizaje. No existe una solución única, debemos conocer y analizar en profundidad lo que queremos enseñar para elegir la metodología más adecuada, pero si algo está claro es que mediante clases magistrales no podremos alcanzar las competencias básicas que pretendemos.
A photo posted by P Martín (@conmdemaster) on

A photo posted by P Martín (@conmdemaster) on


Zabala añade también, y creo que es una idea que se repite en muchos de los elementos que hemos estudiado este trimestre, la necesidad de incorporar la reflexión y la sistematización a las actividades que apliquemos en el aula. Sin esos elementos, cualquier metodología o intento de aprendizaje quedaría cojo, mucho más cuando hablamos de competencias para la vida.



Y si hay algo que he incorporado en estos meses a mi mochila es una buena cantidad de metodologías que desconocía. Con el tiempo y la experiencia seguro que sabremos elegir bien cuál es mejor en cada momento. Algunas metodologías han sido todo un descubrimiento que seguro que aplicaré si algún día ejerzo, por ejemplo, las clases invertidas. ¡Qué gran idea!


domingo, 8 de noviembre de 2015

Evaluar para aprender

"The trail is the thing, not the end of the trail" 
Louis L'Amour

Las notas han sido siempre grandes protagonistas de la escuela. Cada uno tiene una experiencia muy particular en ese tema; lo que para unos era un momento de cierta emoción, para otros se convertía en un momento terrorífico. Para algunos, las notas suponían una motivación, mientras que para otros eran motivo de intranquilidad. Pero lo que parece claro es que las notas evaluaban, al menos en mi infancia y adolescencia, un resultado y no tanto un proceso de aprendizaje. Después, recuerdo cómo se introdujo como una gran novedad aquello de la "evaluación continua", que a mí y a muchos nos pareció toda una revolución.

Si caminamos hacia un proceso de enseñanza-aprendizaje integral, basado en competencias como comentamos en la entrada anterior, parece claro que la evaluación debe ser coherente con ese nuevo planteamiento. La evaluación debe ser un proceso complejo, que evalúe diferentes habilidades (como apunta José Luis Castillo en este vídeo) y sea coherente con la metodología empleada. La evaluación cierra el círculo del aprendizaje, pero al mismo tiempo inicia el siguiente bucle como un trampolín a partir del cual seguir creciendo. En definitiva, evaluar para aprender.



En ese recorrido, como apunta Neus San Martí, el error debe actuar como motor de la evaluación. Como docentes, debemos ser capaces de documentar el error para que sirva al alumno como aprendizaje. O, aún mejor, trabajar para dotar al alumno de las competencias necesarias para que sea capaz de autoevaluarse y autocorregirse. Podríamos distinguir tres dimensiones en la evaluación: la evaluación, la autoevaluación y la coevalución. Reconozco que como alumna no he tenido apenas oportunidad de experimentar las últimas dos opciones, salvo en este máster, que en alguna asignatura hemos aplicado autoevaluación y coevaluación. Una magnífica manera de, en palabras de Neus San Martí, "conseguir que los chicos aprendan a saber en qué se han equivocado".

Una foto publicada por P Martín (@conmdemaster) el


Para que la evaluación sea realmente orientadora y personalizada conviene evaluar un buen número de elementos en diferentes formatos, como recomienda Antoni Zabala (2007). Una buena herramienta de evaluación que se nos ofrece son los portfolios electrónicos, que suponen una especie de diario de aprendizaje del alumno en el que se vuelcan todos los ejercicios o trabajos, y también otra serie de elementos, como imágenes, vídeos, composiciones (lo que Jordi Adell califica como "artefactos") y también reflexiones. Como dice el autor, el portfolio genera un cierto rechazo inicial pero garantiza la conciencia sobre la propia evaluación.

Otra herramienta que nos permite trabajar en la misma dirección para evaluar esta vez un ejercicio concreto son las rúbricas (que conocemos sobradamente después de un mes de clase, pero que han sido uno de mis descubrimientos personales). En las rúbricas se refleja algo en lo que insiste mucho José Luis Castillo, los "verbos de acción" que representan aquello que perseguimos (leer, analizar, reflexionar, relacionar, etc.). 

Todas estas buenas intenciones, sin embargo, se topan de frente con obstáculos como la selectividad, las reválidas o incluso las oposiciones (como comenté en una anécdota de mis primeras entradas), que parecen ir en otra dirección, más centrada en la calificación, que en la evaluación de competencias.

En cualquier caso, como comentaba una compañera en una entrada anterior, hasta que no completemos el curso con las prácticas, no seremos capaces de cerrar nosotros también el círculo y ver todo esto de lo que hoy hablamos con cierta perspectiva real. 

lunes, 26 de octubre de 2015

Enseñar a pensar


“El conocimiento no es algo separado que se baste a sí mismo, 
sino que está inmerso en un proceso por el cual la vida se sostiene”  
John Dewey

Una semana intensa, no solo en esta asignatura. Se me acumulan los trabajos en grupo para la próxima semana... Las horas de lectura y trabajo empiezan a hacer mella y a veces me cuesta concentrarme para escribir estas líneas. Yo tiendo al caos, de siempre, así que para conseguir redactar algo bien estructurado necesito dedicar muchas horas. Lo bueno es que funciono así desde hace tanto tiempo que ya he creado mi propio sistema para que no se note (Zabala diría que he aprendido a solucionar problemas complejos)... 

Me siento como una equilibrista en la cuerda floja, a un lado el Máster y al otro todo lo demás, intentando llegar al otro extremo sin caer en la red. Y en medio de esas sensaciones, cuando ya creía que no tenía nada que escribir, se me ocurrió ver una conferencia de Pere Alzina (El mestre competent) que teníamos colgada en moodle como material complementario. Menudo soplo de aire fresco. Justo lo que necesitaba para relativizar y abrir de nuevo la mente. "Es muy sencillo", dice, "tenemos que enseñar a los chicos y chicas a pensar". 

Ahora sí retomo mi lectura de 11 ideas clave. Cómo aprender y enseñar competencias (Zabala y Arnau; 2009) con más entusiasmo. La semana pasada ya había profundizado en la definición que el autor hace de "competencia" en el ámbito de la educación, pero no había entrado a valorar cómo contribuye un trabajo por competencias a la hora de afianzar el aprendizaje. Un aprendizaje será más significativo si además de comprender el concepto teórico somos capaces de aplicar con éxito lo aprendido en una situación real. Pero, si algo deja claro también Zabala es que "un aprendizaje será más o menos significativo según los factores y condiciones que intervienen en su aprendizaje". Esos factores serían, por ejemplo, los conocimientos previos que podamos tener, la capacidad para relacionar lo aprendido con lo conocido, la propia capacidad cognitiva para asimilar un aprendizaje, la disposición para aprender, etc. ¿No os recuerda esto a la teoría del aprendizaje significativo de Ausubel que vimos esta semana en "L'alumnat de secundària"?



Al margen de los factores anteriores que condicionan la significatividad, me interesa destacar los diferentes mecanismos que se activan para el aprendizaje por competencias: por ejemplo, el aprendizaje de los hechos requiere un componente memorístico que no tienen otros, mientras que para aprender los conceptos es necesario un mayor grado de reflexión. En el caso de los procedimientos, la reflexión y la práctica van de la mano, y para incorporar los conocimientos actitudinales es necesario hacer una valoración de los hechos y asumir una postura. Esto dibuja un mapa complejo de aprendizajes que en conjunto forman lo que Zabala y otros expertos denominan "aprendizaje significativo".
Una foto publicada por P Martín (@conmdemaster) el

¿Y cómo pasamos de la teoría a la práctica también nosotros? Pues bien, en ese ejercicio tan necesario (sobre todo para una novata como yo) de pasar de lo abstracto a lo real, me ha ayudado también Pere Alzina en su deliciosa conferencia. Él propone que nos planteemos las siguientes preguntas:


  • ¿Lo que estoy explicando se podría aplicar en un contexto real?
  • ¿Es funcional? ¿Sirve para resolver un problema y seguir planteando otras dudas?
  • ¿Es complejo? ¿Tiene muchas soluciones posibles y necesito conocimientos de diferentes tipos para poder entenderlo/resolverlo?
  • ¿Tiene un componente moral/ético? Es decir, no se presenta como una cosa neutra.
Con estas sencillas preguntas, Alzina nos presenta las dimensiones contextual, funcional, compleja e intencional de todo conocimiento en un trabajo por competencias.

El siguiente reto será que como docentes sepamos explicar esto al resto de la sociedad. Soy cada vez más consciente del potencial de la educación y de la enorme responsabilidad e influencia 
del papel del docente. Eso sí, harían bien las instituciones en tomar nota y seguir la estela.

jueves, 22 de octubre de 2015

Competencias y currículum. Cómo encajarlos.


"La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos 
y el horizonte se corre diez pasos más allá. 
¿Entonces para que sirve la utopía? 
Para eso, sirve para caminar."
(Eduardo Galeano)

Una idea planea por encima de todas después de ver la conferencia de Antoni Zabala: la utopía. No está mal ponerse románticos hablando de educación. Además, parece una buena dirección para hacer camino, como dice Eduardo Galeano. Solo hay que tener cuidado de no quemar nuestras alas y acabar como Ícaro en esa búsqueda infinita de la utopía...

Pero mejor no me desvío del tema... Esta semana me ha costado más que antes escribir esta entrada. Hasta ahora, hemos hablado de temas (nueva educación, TICs, etc.) de los que, en mayor o menor medida, todos tenemos una opinión de partida, lo que los ingleses llamarían common talk. En cambio, esta semana introducimos conceptos como currículum y competencias, mucho más técnicos y específicos de educación. Sobre el currículum, como marco de trabajo formal, hemos hablado bastante en la asignatura de Diseño curricular, pero hoy me toca hablar de su vertiente más pragmática y de cómo encaja el currículum en una línea de enseñanza por competencias. Si me llegan a preguntar por esto hace tres semanas, me habría quedado totalmente en blanco, luego caminamos.

Para situarme, me ayudo de la definición que hacen Zabala y Arnau es su libro 11 ideas clave. Cómo aprender y enseñar competencias (2009), que elaboran después de un estudio detallado de definiciones previas del término, desde su origen aplicado al entorno laboral hasta su aplicación posterior en la educación. 
Imagen propia
Me ha interesado especialmente de la lectura de esta semana la explicación de Zabala sobre el falso debate entre teoría y práctica, si asumimos que las competencias serían la práctica y los objetivos del currículum la teoría. El autor habla de un "falso activismo" que ha contribuido (seguramente de forma inconsciente) a desvirtuar el concepto de pedagogía activa. Y me alivia leer algo en lo que estoy totalmente de acuerdo: "Sin conocimientos conceptuales sobre los que aplicar conocimientos es imposible que se aprendan significativamente" (Zabala i Arnau, 2009). Habla mucho del autor que entre a analizar los errores que se han podido cometer para confundir el análisis (como la contraposición frontal con el modelo expositivo anterior). Un ejemplo del rechazo que ha podido generar este "falso activismo" son los artículos de Gregorio Luri, que se posiciona claramente contra esa visión distorsionada de la nueva pedagogía.

Pero si dejamos atrás ese falso debate, y situamos los contenidos, los procedimientos, los hechos y las actitudes en el mismo nivel estaremos siendo más rigurosos y podremos analizar otros aspectos como la función del libro de texto (que yo adoraba cuando era estudiante, pero que no ofrece suficiente flexibilidad para una época en la que la realidad a veces atropella la información del libro de texto, ni ofrece una solución para la educación inclusiva) o estudiar la necesidad de adaptar el contenido del currículum, etc.
Una foto publicada por P Martín (@conmdemaster) el

Parece razonable pensar que el trabajo por competencias requiere mayor inversión de tiempo y la única respuesta posible es reducir el contenido del currículum. En palabras de Josep Oriol Escardíbul, de la Universitat de Barcelona, "si el currículo se adelgaza, queda tiempo para hacer cosas más útiles como el aprendizaje transversal y polivalente". Sin embargo, otros autores, como Felipe Zayas, matizan un poco esa necesidad e introducen la idea de que a veces detrás de esa denuncia de currículo recargado hay "una renuncia por parte del profesorado a interpretar, adecuar y concretar el currículum oficial".

Esta última idea me lleva a pensar que, además de analizar si el currículum es excesivo o no, deben centrarse esfuerzos en formar al profesorado para trabajar por competencias. Además, sería interesante saber en qué medida un buen clima de aula (propiciado en el trabajo por competencias) contribuye al aprovechamiento del tiempo. Y por último, un tema muy importante que estoy trabajando esta semana para otra asignatura, si queremos atender a la diversidad y ofrecer una educación inclusiva, necesitamos un currículum más flexible.


viernes, 16 de octubre de 2015

Mi aula, el mundo

“Technology can amplify great teaching, 
but great technology cannot replace poor teaching.”
OCDE (Students, Computers and Learning, Making the connection, 2015)

Después de tres semanas de clase, lecturas, debates con mis compañeros y reflexión, poco a poco las ideas preconcebidas van encontrando su espacio; algunas quedan descartadas y otras, incorporadas definitivamente pero con más razones, como el tema de esta semana. Incorporar las nuevas tecnologías al aula parece una necesidad si pensamos en el protagonismo que ya tienen en nuestra vida cotidiana y laboral. ¿Queréis echar un vistazo a mi escritorio en un día de trabajo normal?
Una foto publicada por P Martín (@conmdemaster) el




Como expliqué en mi presentación, trabajo en un proyecto de traducción multilingüe. Mi oficina es mi casa. Mis jefes están en China y EE.UU., y mis compañeros de trabajo en cuatro continentes distintos. La tecnología permite que me reúna con ellos cada mañana, trabajemos en el mismo documento simultáneamente, haga una presentación a un traductor en otro continente, etc. Todas esas posibilidades las tiene que aprovechar la escuela. De todo lo que he leído esta semana, hay una frase de G. Siemens (2010) que creo que resume muy bien este nuevo escenario: "las redes [yo hablaría de la tecnología en general] diluyen los muros del aula".

Pero no todo son ventajas... Como plantea Manuel Área en el vídeo que vimos esta semana, la nueva sociedad de la información, caracterizada por los avances tecnológicos, la abundancia de información y la globalización, tiene también una cara amarga que se traduce en brechas tecnológicas, saturación de información y uniformidad cultural. En relación con la saturación de información, esta semana he descubierto un nuevo término, acuñado por Alfons Cornella, que lo explica muy bien: "infoxicación".

Ante este escenario complejo, tenemos el reto de replantear nuestro rol como futuros docentes y conseguir que la balanza se incline del lado de las ventajas. La aportación de algunos autores como Manuel Área o Jordi Adell me ha ayudado a identificar el camino. Ellos hablan de multialfabetización y competencia digital como los objetivos del docente del siglo XXI. Aunque nuestros alumnos puedan conocer muy bien la tecnología, nosotros tenemos que ayudarles a usarla de manera crítica, selectiva y responsable. En esta línea,G. Siemens, concreta aún más las funciones que debería tener el nuevo docente:
Una foto publicada por P Martín (@conmdemaster) el


Para integrar de forma significativa la tecnología en nuestras clases, hemos descubierto esta semana el modelo
TPACK (conocimiento tecnológico, pedagógico y del contenido). El juego de círculos ilustra la combinación de los diferentes tipos de conocimientos que necesita el profesor y que se explican en este divertido vídeo que nos recomendó nuestra compañera Chus. También he visto otros vídeos que muestran formas dinámicas de poner en práctica este modelo y que me han descubierto muchas posibilidades. 
En resumen, este tema daría para muchas entradas y me deja con ganas de seguir investigando sobre temas que no conozco en profundidad, como la curación de contenidos, la ética del uso de las redes sociales y la identidad digital. En este curso, cada vez que abrimos una puerta aparecen muchas ventanas para seguir indagando, aprendiendo y mejorando.